Padre de dos. Bloguero. Podcastero. Tuitero.

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Tiempo de calidad #Micropost

No tengo tiempo para cosas sin sentido. No sé vivir la vida pendiente de gustar a los demás, de caer bien, de la aprobación constante.

No pienso caer en una espiral de críticas, cuchicheos e indirectas en las que estar más pendiente de lo que dicen los demás que de mis propios logros.

No voy a caer en el juego barriobajero, inmundo y pestilente. Ya he caído en esa trampa otras veces, y siempre salgo perdiendo así que no.

No juzguéis a un pez por su capacidad de volar, ni le pidáis que se esfuerce en aprender a volar. Aprovechad que sabe nadar o dejadle nadar libre en el mar. Pretender que pierda su tiempo en intentar volar y que esto haga que no se lo dedique a los suyos es estar ciego.

Mi tiempo es mío y de los míos.

Porque el Tiempo de Calidad no da la felicidad. Felicidad es poder estar media hora divagando sobre lo que hay dentro de los agujeros de las alcantarillas.

Tiempo

Cuando tienes tiempo, todo es posible. Puedes disfrutar de los tuyos, de tu trabajo, de tu tiempo libre.

En vacaciones, tenemos mucho. Mucho tiempo para hacer aquello que no hemos hecho durante todo el curso escolar. Podemos pasarnos horas buscando piñas, sacando piñones y pelando los con una piedra. Podemos sentarnos en el borde de la playa y reír con cada ola que nos llega a los pies. Podemos hacer bolas con plastilina, aprender los colores y aplastarlas con las manos y los pies. Podemos pasear cerca del mar, pararnos delante de músicos callejeros y alucinar con la guitarra, la trompeta y el tambor. Podemos ir al nacimiento de un río, poner los pies en el agua helada y tirar 8,437 piedras para salpicarnos.

Antes de las vacaciones, también podíamos. Podíamos tener mucho tiempo para nosotros, entre semana y los fines de semana. Estábamos a 3 minutos unos de otros. Sólo nos hacía falta silbar para juntarnos. Pero ahora, todo está cambiando.

Una nueva guardería, más lejos de casa. Un nuevo trabajo, con horario más largo y menos flexible. Ladrones de tiempo. Ya no puedo veros a media mañana, ni a mediodía, ni a media tarde. Ya no puedo decidir si salgo a las 17h o a las 20h, si empiezo a trabajar a las 8h. Sólo puedo salir corriendo de trabajar para hacer el (precioso y que me llena de felicidad) ritual de baño, cena y a dormir.

Pero nadie, nadie, NADIE nos podrá quitar nuestros momentos… nuestro despertar los 3 juntos, perezosos. Nuestros besos a la barriga de mamá, de dónde saldrá la cuarta Beatle bien pronto. Nuestros paseos de sábado por la mañana, recogiendo palos, piedras y hojas para tirar al estanque del parque. Nuestros paseos por el zoo, rugiendole al león, mugiendo a la vaca y dándoles hojas secas a las cabras.

Porque podemos pasar menos tiempo juntos, y eso no me gusta. Pero seremos igual o más felices que antes.

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