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La insoportable levedad de la conciliación #PalabraDePau

Muss es sein? Ja, es muss sein! Es muss sein!

¿Tiene que ser? ¡Tiene que ser! ¡Tiene que ser!

En «La insoportable levedad del ser«, Milan Kundera utiliza estas anotaciones hechas por Beethoven en su cuarteto de cuerda nº16 para transmitir la importancia de las decisiones que iba a tomar Tomás respecto a su vida. Y es que hay decisiones muy importantes y transcendentes en nuestra vida, que sabemos que van a cambiar el rumbo de nuestro futuro. Estas decisiones las pensamos mucho. Las hablamos mucho. Las meditamos. Buscamos diferentes puntos de vista. Hacemos listas de «pros» y «contras». Son decisiones trascendentes, de peso, y merecen que se les dedique tiempo.

A veces estas decisiones, estas acciones, son fruto de algo que hace tiempo que sabemos que debemos hacer y un día decidimos pasar a la acción.Hacer deporte, comer sano o ver a tus amigos. Sabemos que debemos hacerlo más, y tomamos decisiones que creemos «de peso» para hacerlo mejor.

Apuntarse al gimnasio. Ir al nutricionista. Comprarse unas zapatillas nuevas. Ir a la fiesta de cumpe de tu amiga Ana. Un reloj que cuente los pasos. Una bolsa de lechuga y unos tomates cherry.

Pero en la conciliación, ¿las decisiones de peso son difíciles de tomar?. Implican cambios en muchos aspectos. Pedirse una reducción de jornada representa ser el rara avis del departamento y de la empresa. Renunciar a una promoción que implica viajar más porque no quieres dormir lejos de casa. Estas decisiones tienen tanto peso que a veces son más fáciles de tomar. Estas las tomas porque dentro de tí vas oyendo el  «Es muss sein!» de Beethoven cuando la piensas. Si te las planteas es que ya sabes lo que vas a decidir.

Pero a veces en la conciliación las decisiones son leves, muy leves #PalabradePau Clic para tuitear

Pero a veces en la conciliación las decisiones son leves, muy leves. Tan leves que pensamos que no tienen importancia y que no se notarán. Como cuando hacemos pipí en el mar… total, ¿los peces también mean no? Pero para mí, estas decisiones leves, sin importancia, fútiles… son las más difíciles de tomar.

  • 8h30. Llego a la puerta del cole de mi hijo P. Hoy le dejo en acogida porque así llego antes al trabajo y adelanto trabajo para salir temprano. Aparco en la puerta y como siempre me pregunta «Hoy toca acogida?». Le digo que sí, le razono y le argumento que así puedo salir antes y llegar antes a casa. Pero para ellos, el futuro no existe. La planificación no importa.
  • 18h. Tu jornada laboral está acabando. Hoy ha sido un día lleno de reuniones y tienes 87 correos electrónicos pendientes de leer. Podrías leerlos ahora y dejarte la bandeja de entrada «limpia» para mañana, o podrías irte ya y llegar temprano a casa.
  • 19h. Llegas a casa. Te vacías los bolsillos: llaves, monedas, cartera, móvil personal y móvil del trabajo. Pones a cargar el móvil del trabajo, y te piensas si debes apagarlo o no.

La conciliación es un invento del TBO. La conciliación es mentira. Es como el tiempo de calidad: menos tiempo de calidad y más cantidad de tiempo. Conciliar son grandes decisiones a veces, pero en la mayoría de ocasiones conciliar se compone de decisiones leves, breves, que tomamos en microsegundos… pero que todas juntas hacen un océano.


Más sobre conciliación, paternidad y estas cosas

La culpa es de los padres #PalabraDePau

Ser el padre perfecto es imposible.

La culpa es de los padres por no llegar a todo y no ser los padres perfectos. Quiérelos infito. Dales teta. Portea. Dales todo lo que necesiten pero a la vez ponles límites. No les grites. Concilia. Ganar dinero. Ten una carrera profesional. Ama a Montessori sobre todas las cosas. Ves a las reuniones de padres, a las fiestas de cumple de su clase, a las puertas abiertas, a la exhibición de música y a buscarlo los viernes.

La culpa es de los padres porque es imposible llegar a todo. Porque las paternidades de cartón piedra son una puta fachada: por mucho que intentemos fingir que nuestros hijos no comen chuches, que no les ponemos dibujos para cenar y que nos encanta el colecho, todos sabemos que si realmente haces todo lo que enseñas en tu maldito instagram estás criando a futuros psicópatas.

La culpa es de los padres por transmitir nuestras frustraciones a nuestros hijos. Por meterles en una burbuja. Por sobreprotegerles. Por no dejar que sufran. Por corretear a su alrededor en el parque (Papá Helicóptero) para estar ahí si caen. Por forzarles a compartir, a pedir perdón y a besar a la abuela. Por leer mucho sobre crianza y paternidad e intentar hacerlo todo. O por no leer nada de nada y fiarlo todo a nuestro (inexistente) instinto innato y a los consejos de la suegra. Por renunciar a nuestra carrera profesional para dedicarles tiempo o por tener una carrera profesional para comprar lo que necesitan.

La culpa es de los padres, de eso no hay duda.

Pero ahora que lo pienso… si la culpa de como son mis hijos es mía… ¿la culpa de como soy yo es de mis padres no?  Nuestros padres nos han hecho como somos. Hemos tenido regalos en navidad y reyes, colegios privados, bambas de marca, videoconsolas y bicicletas. Nos empujaron a tener estudios, a esforzarnos, a sacarnos una carrera para ser alguien en la vida. Nos lo dieron todo renunciando ellos a tenerlo, y eso nos forjó para ser hoy los adultos que somos.

Pero aún y así, somos adultos con traumas, con frustraciones, con TOCs. Nos cuesta decir lo que pensamos y sentimos. Nos han hecho saber que somos la primera generación que lo hemos tenido todo. Por culpa de los padres somos niños en un cuerpo de adultos. Nos siguen gustando los videojuegos, los comics y las pelis de tiros. Oigo constantemente a adultos quejarse de que sus padres les han hecho como son. De que sus frustraciones y sus limitaciones son porque sus padres no les enseñaron a comunicarse o no les apuntaron a clase de danza.

Somos adultos incapaces en el plano emocional, relacional, social… nos cuesta expresar lo que sentimos, nos encerramos en nuestro egoísmos y en nuestras frustraciones. Nuestra incapacidad de mantener una relación sentimental. Resignarnos a trabajar en algo que no nos gusta por miedo a salir de nuestra zona de confort. Y la verdad, es muy cómodo saber que todo es culpa de los padres.

Pero tengo una mala noticia…

«La culpa es de los padres» es una excusa barata.

Deja ya de culpar a tus padres de todo lo malo si tienes ya edad de beber, carnet de conducir o pelos en los sobacos. Has tenido ya tiempo de sobra para cerrar heridas, ver que hay que no funcione bien y arreglarlo. Has podido ir al psiquiatra, al psicólogo, emborracharte, tener sexo, tener twitter, trollear…. Has podido ver que hay en tí que no funcione bien y arreglarlo. Utilizar a tus padres como excusa ya no vale, y la verdad, es hasta patético a veces. Superalo. Cómprate una taza de Mr Wonderfull de esas de «Eres el dueño de tu futuro» y créetelo.

Al igual que tú haces o harás, tus padres lo hicieron lo mejor que pudieron con lo que sabían en ese momento, así que deja de culparles. Sólo tú eres responsable de lo que te pase a partir de ahora, de la misma manera que tus hijos serán dueños de su destino cuando sean mayores.

Acoso en el parque: la Bruja y el Gorila

Esta es una historia de acoso. Hay una niña mayor que molesta a mi hijo en el parque. Mi hijo P tiene 3, ella debe tener 6 o 7. Es el demonio en persona. Se mete con los niños más pequeños. Es Pelirroja (como las brujas de las pelis) y tiene cuernos y le sale fuego de la nariz.

La primera vez vi que mi hijo ponía mala cara cuando la niña le hablaba. Me acerqué y le estaba llamando tonto y burlándose de él. Le di una colleja. Le dije a mi hijo que nos íbamos a otro lado del parque (es un parque grande) y que no le hiciese caso.

Creo que es mejor rehuir los conflictos la primera vez que ocurren.

La segunda vez, ví de lejos como la niña le perseguía, le tiró al suelo, le escupió y con un palo con hojas le asustaba. Cuando me acerqué y le grité que parara, se apartó un poco pero se quedó ahí desafiante. Le tiré de las orejas y la llevé a la policia. Le pregunté que dónde estaba su madre pero se fue corriendo. Preferí quedarme con mi hijo y hablar de lo que había pasado que perseguirla y arrancarle los pelos.

Ahí, como el parque está justo enfrente del cole, decidimos hablar con su profesora. Nos dijo que no sabía nada y que en el patio, que ella supiera, no había pasado nada. Que sólo comparten patio con los de P4 y P5, pero que estaría atenta.

Me falta un ojo.

Desde entonces, cada vez que vamos a ese parque (es dónde P quiere ir porque están todos sus amigos de clase) me falta un ojo. Tengo el izquierdo pendiente de él, el derecho pendiente de la peque y a la vez intento tener a la Bruja controlada. Además, se lo hemos contado a otros padres de la clase de mi hijo para que nos ayuden a echarle un ojo. Educar en tribu, cuidar en tribu. El pasado viernes, al ir al parque, un padre me dijo que sabía quien era la madre de la Bruja. La madre-bruja estaba sentado en un banco del parque, sin prestar atención a lo que estaba haciendo su hija. Y el pasado Viernes, volvió a pasar.

Ví cómo la Bruja andaba por el parque buscando follón con un Gorila niño de su edad al lado. Vieron pasar a mi hijo, que iba a subirse a una especie de castillo, y fueron detrás de él. Les pedí a unos amigos que vigilaran a la peque, y me acerqué a 3-4 metros para estar cerca pero prefería ver que pasaba y como reaccionaba mi hijo.

ABRO PARÉNTESIS

No soy de los padres que se lo van a dar todo hecho a sus hijos. Quiero que aprendan a desenvolverse. Cualquier ayuda innecesaria impide su aprendizaje que dice MontessoriPickleCarlosGonzález o uno de estos. Por eso les dejamos que intenten y se equivoquen, que persistan hasta lograrlo o hasta pedirnos ayuda. Queremos que sepan que confiamos en ellos para hacer lo que quieren, para desenvolverse en esta puta dura pero maravillosa vida. Que persistan. Que sean resilientes. Que inventen. Que se equivoquen.

Pero también quiero que sepan que SIEMPRE estaremos ahí.

CIERRO PARÉNTESIS

Así que en eso estamos. La Bruja le habla a P. P se la mira y le dice algo. Desde dónde estoy no lo oigo, pero veo que mi hijo se tira por el tobogán. Desde arriba, la Bruja y el Gorila le dicen cosas a mi hijo, que se gira buscándome. Así que me acerco con calma, saludo a mi hijo y le pregunto que pasa. Me dice que la Bruja le está llamando caca y caraculo. Me la miro y le digo “no le digas esto porque no le gusta, es un juego que no hace gracia y él no es un caraculo”.

TU CALLA, VIEJO” me grita ella.

ABRO PARÉNTESIS

Los que me conocen saben que soy un tío tranquilo. Me alteran pocas cosas, porque no merece la pena ponerse nervioso. Si te pones nervioso, no actúas con la cabeza sino con las entrañas. A las entrañas hay que escucharlas y hacerles caso siempre que se puede, pero no pueden “mandar”. Hay que saber en que entornos y en que momentos puedes darles el mando, dejar que sean ellas las que lleven las riendas de tus decisiones. Permitir que las entrañas manden mola mogollón, porque no hay que pensar demasiado. Sólo hay que actuar. Te desahogas. Sacas la mierda que llevas dentro.

Cuando estoy con mis hijos intento que sólo manden en los momentos de diversión, de risas, de besos, de cachondeo. Pero en los otros no. Cuando mi hijo tiene una rabieta (normal) y hace alguna gilipollez tontería, mis entrañas le darían una colleja. Pero no lo hago. Me tranquilizo, intento calmarle y hablar con él.

Mis entrañas son el niño que llevo dentro. Son el cerebro reptiliano que guía nuestros instintos más básicos. Son mis experiencias pasadas, las veces que en cole se metían conmigo por tener asma o las que yo me metía con JoseMaría por ser gordo.

CIERRO PARÉNTESIS.

“Pues tu caraculo y parece que lleves los pantalones cagados”

Mis entrañas hablaron. Hablaron por mí. Dijeron lo que yo tenía ganas de decir.

La Bruja y el Gorila se quedaron parados. Supongo que no se esperaban que un adulto de casi 40 y casi 2 metros les contestara como un niño de 5 años. Se quedaron parados. Se miraron entre ellos. Miraron a mi hijo.

Y mi hijo empezó a reírse; a reírse con la inocencia de un niño de 3 años que ve las cosas a su manera. Y mi hijo empezó a jugar. Me dijo “pues tu carapipí”. “Tu carapedo” le dije yo.

Mi hijo y yo nos pusimos a reír y seguimos jugando a decirnos tonterías uno a otro. Se tiró por el tobogan, y nos fuimos a otro lado.

PARÉNTESIS FINAL

Ahora nos toca esperar. Si vuelve a pasar, ni que sea algo breve, hablaremos con su madre y con el director del centro. No quiero hacer una montaña de esto, porque veo a mi hijo tranquilo. Tiene ganas de ir a ese parque, de jugar con sus amigos. Hemos hablado con él de lo que pasó. Sabe que no debe insultar a los niños, decir palabrotas ni molestar a otros niños. Pero también sabe que si le molestan puede y tiene que defenderse; decir que no le gusta lo que hacen, irse de donde está y buscar a un adulto que conozca para decírselo. Y también sabe que SIEMPRE nos tendrá a su lado.

¿Es esto un caso de bullying? Yo creo que no, almenos de momento. Pero creo que en estos casos mejor actuar a tiempo. Seguirlo de cerca y ver como evoluciona (como un principio de fiebre o un inicio de crisis en redes sociales).

Si vas a juzgarme por lo que le dije a la niña, puedes dejar tus comentarios en un papel escrito en tu casa y mentalmente lo leeré. Sé que está mal, pero no me arrepiento.

 

Niños que pegan

Hay dos tipos de niños: los que duermen y los que no. Los que comen y los que no. Los que gritan y los que no. Los que maman y los que no. Los que muerden y los que no. Los que tienen miedos y los que no. Los que pegan y los que no.

Mi P es de los que pegan. Desde pequeño. Era de los que mordían cuando no sabía como reaccionar cuando tenía poco más de un año; llegaba con señales de la guarde (algún bocado en la cara o en el brazo, un arañazo). Nada preocupante según la profe; a veces lo iniciaba él, a veces lo recibía él, a veces pasaba por ahí. Pero eso quedó en la guarde.

Hace tres meses empezó P3, y eso es la champions del pegar. Porque ahí hay muchos niños, mucha energía y menos control. Porque ahí hay niños (y algunas niñas) que pegan. Él lo dice así de claro: Pablito pega. Pedrito pega. Martita pega. Pero Juanito y Luisita no pegan. (nombres ficticios)

Hace unas semanas estábamos jugando en el suelo del comedor. Jugábamos con unos muñecos y empezó a decirme que cada muñeco era uno de sus compañeros. Y me contó que Martita estaba llorando en el suelo  y que Pablito y Pedrito le pegaban patadas porque eran muy fuertes. Le pregunté qué había hecho él, y me dijo que nada. Le dije que debería haberles dicho que esto no se hacía y que tendría que habérselo dicho a su profesora.

Me ha repetido la historia varias veces desde entonces. Y desde entonces le repetimos lo mismo: que los valientes y fuertes no pegan. Que los que pegan son los débiles y cobardes.

Soy padre y (ya) sé lo que es un Total Look

Azul, rojo, amarillo, verde, naranja, rosa, marrón, gris y negro. Si me apuráis, añado el violeta y el blanco. Pero ya: no me vendáis la moto que no hay más colores. Con estos colores puedo hacer todos los miembros de la Patrulla Canina, los Power Rangers, las Tortugas Ninja o los amigos de Pocoyó.

Con estos conceptos básicos por delante, añado que me gusta elegir la ropa de mis hijos. Me gusta mirar, buscar, comprar y luego elegir que se pondrán cada día… aunque reconozco que no es la mayor de mis virtudes.

Por ello fue una grata sorpresa cuando Privalia me invitó al #PrivaliaKidsShowroom de sus nuevas marcas de venta exclusiva en Privalia de moda infantil. Ellos si que saben apreciar mis ideas y conjuntos, y no la pesada de mi mujer. Nos presentaron cuatro marcas muy chulas de ropa para niños: Lola Palacios, Little Celebs, Lili & Klaus y Tippi. Cada una tiene su personalidad y su representación, pensada para diferentes estilos y momentos. Si queréis saber más de ellas, en la Crónica del evento en Madresfera tenéis todos los detalles. La verdad, me hubiera llevado ropa de cada una de ellas, pero estaba puesta de una manera tan ordenada que hasta sabía mal robar algo…

Aprendí mucho, porque organizaron una super mesa redonda en la que entre otras cosas aprendí que las faldas de tul rosas son lo más, que el marrón no se lleva y lo que es un Total Look. Un Total Look es lo que viene a ser un conjunto pero dicho de manera molona: tu preparas una camiseta, un jersey, unos pantalones, unos calzoncillos y unos calcetines que queden bien, y ya tienes tu Total Look. Si eso lo cuelgas todo en la misma percha, es mucho más práctico porque no tienes que estar pensando cada día.

Os voy a demostrar lo que aprendí. Mi Total Look preferido para P (varón, 3 años, guapo cómo su padre) seria el siguiente:

zapatos P

Deportivas Angelitos

Bermuda Levis

Bermuda Levis

Camiseta Little Mark Jacobs

Camiseta Little Mark Jacobs

Chaqueta BillyBandit

Chaqueta BillyBandit

¿Como lo ves? ¿Apruebo el examen Total Looks?

#ElTemaDeLaSemana: Cosas que nunca imaginaste que harías

Desde que soy padre, hay un montón y medio de cosas que he hecho que nunca imaginé que haría. Llorar de felicidad en los dos partos de mis hijos. Llorar de tristeza al separarme de ellos por primera vez. Amar a alguien más que a mi mismo. No dormir al lado de mi hija en el hospital. Salir corriendo del trabajo para estar con mis hijos.

Pero estas son cosas buenas, de las que mola contar. De las que al leerlas os harán pensar «es que eres un padrazo». Pero hay muchas que no son tan buenas, que nadie quiere reconocer en público y que nunca pensé que haría.

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Nunca pensé que le pondría dibujos a mi hijo para tener algo de calma. En mi vida prepapi criticaba inconscientemente a los típicos padres que al llegar a un restaurante sacaban el móvil y le enchufaban a su hijo la peppa pig o el pocoyó; ahora no puedo imaginarme una cena sin ellos.

Nunca pensé que le gritaría a mis hijos. Soy un tío tranquilo. Nunca pierdo los nervios. No me gusta que me griten, ni me gusta gritar. Y por supuesto, nunca pensé que les gritaría a mis hijos porque sé que no sirve para nada.

Nunca pensé que dejaría de ver a mis amigos. Echo de menos verles y charlar, tener conversaciones profundas y banales. Pero no cambiaría ni un minuto de tiempo con mi familia por ello.

Nunca pensé que me haría amigo de otros padres sólo por ser padres. Nunca me ha gustado hablar con gente sólo porque toca. Siempre había pensado que era importante compartir aficiones, ideologías, pensamientos…. y que hacerse amigo de alguien sólo porque tus hijos van juntos a clase era una memez.

Nunca pensé que me cagarían, mearían y vomitarían encima. Varias veces. Y sin derecho a protestar.

Nunca pensé que chantajearía a mis hijos. «Cómete el pescado y verás los dibujos». «Recoge tus juguetes e iremos al parque».

Nunca pensé que me ofendería que no les amen lo suficiente. 

 

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