AVE Barcelona – Madrid. 20h. De vuelta después de un día de trabajo en Madrid. De esos de madrugar, de estar de pie, de sonreír y saludar. De estar a la vez pendiente de correos, llamadas y teleconferencias de mierda sin sentido.
ABRO PARÉNTESIS
Adoro mi trabajo, mi empresa y a todos mis compañeros menos algun@. Pero en una empresa grande tienes muchas posibilidades de encontrarte con reuniones en las que no pintas nada, con estar en copia en correos electrónicos en los que no pintas nada y en que te caigan marrones en los que no pintas nada. Mas o menos como cuidar a un hijo que tiene pataletas: te llevas berridos y gritos sin sentido.
CIERRO PARÉNTESIS
Total, que iba yo en el AVE ya de vuelta. Reservé los billetes con retraso (no el mío mental, que también, sino que lo hice con poco tiempo) y no pude pedir vagón silencio.
ABRO PARÉNTESIS
El vagón silencio es el mejor invento de la historia del ferrocarril desde que se inventaron el vagón restaurante. Puedes ir en un vagón en el que la gente habla igual pero tienes el derecho, el deber y la obligación moral de mirarles muy muy mal con cara de odio cuando lo hacen. En los vagones normales lo hago igual pero no mola tanto.
CIERRO PARÉNTESIS
Así que nada, me jodo aguanto y voy en un vagón normal. Yo iba con tres intenciones claras en mi viaje: dormir, ver capítulos de Netflix que me había descargado y llegar al nivel 400 del Angry Birds Blast. Todas estas tres cosas requieren concentración y esperaba que no me tocasen cerca seres de estos inmundos que van gritando y haciendo ruidos sin parar. Pero no tuve esa suerte.
Iba yo en unos asientos de estos de 4 con mesa. Genial porque puedes apoyar el ordenador, la botellita de agua y el móvil. Pues tuve la gran suerte que se me pusieron en el bloque de 4 de al lado. Y todo el puto viaje gritando, haciendo ruidos, riendo de una manera exagerada. Mi mirada láser fulgurante no servia de nada. Su comportamiento infantil me ponía de los nervios. No podía dormir. No podía mirar Netflix con sus ruiditos infantiles interrumpiendome. Y me había quedado sin vidas en el Angry Birds por su culpa.
ABRO PARÉNTESIS
Me gusta jugar a juegos tontos con el móvil. Me ayuda a no pensar, y a veces, no pensar es lo mejor que puedes hacer. Ese era uno de esos momentos. No quería pensar, porque pensar implicaba pensar en algo muy doloroso que me estaba pasando. Dolor de ese que está al acecho, que te ronda y al que no quieres dejar entrar.
CIERRO PARÉNTESIS
Intentar ignorar algo cuando te está molestando es imposible y contraproducente. Lo único que consigues es hacerle más caso, estar más pendiente y que te taladre más la mente. Pues eso me pasaba a mí. Empecé a obsesionarme y se me puso el #TocATope. Así que me puse a analizarlos para intentar empatizar con ellos.
El más mayor era sin embargo el más infantil. Estaba muy pendiente de lo que decía el de su izquierda y no paraba de reír-le las gracias e intentar llamar su atención. El de su izquierda era quien llevaba la voz cantante, el que más hablaba y monopolizaba la conversación interrumpiendo a los demás y haciendo bromas tontas y estúpidas.
ABRO PARÉNTESIS
No siempre el que más habla, el que más grita, el que interrumpe e impone su discurso es el que más sabe. Además muchas veces se apropia de las ideas de los demás y se las hace suyas. Pero es una técnica muy útil para parecer que sabes de todo aunque no sepas. En el mundo profesional, en las multinacionales, se usa muchísimo. Es una manera de destacar por encima de los demás en las reuniones. Esta técnica es muy utilizada por los hombres y los americanos, que les gusta ponerle nombres tontos a todo, le llaman Manterrupting y Bropropiating.
Aunque no sean de mi agrado total, me joden menos que otras artes oscuras del mundo profesional utilizadas para destacar, que se basan en criticar, rajar, despreciar y poner en evidencia a tus compañeros de trabajo sin que parezca que lo haces mientras de cara hacia afuera vendes que sólo buscas el bien del equipo.
CIERRO PARÉNTESIS
Los otros dos, como suele pasar en los grupos, eran más callados, y se limitaban a sonréir y a seguirle un poco la corriente al machito alfa del grupo. Sus comentarios giraban alrededor de la noche anterior y de sus hazañas de conquista, en las que todos estuvieron a punto de ligar en noseque discoteca («diez minutos más y me la llevo al hotel») pero al final no. Y de cómo habían arreglado tal ofensa hacia el género masculino («porque son todas unas putas«) pagando los servicios de una meretriz.
ABRO PARÉNTESIS
Queridos desgraciados compañeros de viaje del AVE:
No, vuestras bromas no hacen gracia al resto. Son un insulto para la inteligencia humana, y si Darwin y la evolución biológica fueran 100% ciertos, seres como vosotros no deberían sobrevivir.
No, no estuvisteis a punto de ligar. Lo más seguro es que las pobres chicas a las que estuvisteis acosando la noche anterior no supieran como librarse de vosotras. Esas sonrisas pícaras que describís seguramente fueran sonrisas nerviosas de «cómo nos libramos de estos 4 gilipollas».
No, no sois hombres de verdad. Sois seres insignificantes, inseguros, infantiles. Con vuestro pequeño cerebro e inexistente humanidad, hacéis que la rueda del machismo siga girando. Pagar por sexo es despreciable, y os hace aún más despreciables.
Y a los dos que hablaban menos: no tenéis porque seguir-le la corriente al machito alfa y al tontito del grupo. Podéis romper esa inercia porque es evidente que veis que no tiene sentido y os sentís incómodos. Vosotros dos sois los principales culpables de que esto siga pasando.
CIERRO PARÉNTESIS
Estoy de acuerdo en que haya vagones del silencio en los AVEs. Pero los niños deberían poder ir en ellos, y así no tener que oír a semejante basura. Y a los adultos que os molestan los niños en el tren, los aviones, los hoteles, los restaurantes, los parques y otros lugares: os compadezco.
Si un niño es feliz y por ello ríe, juega, se divierte, grita… tienes un problema si esto te molesta. Seguramente tu vida sea gris, aburrida y triste, y eres de esas personas a las que les jode ver a los otros felices. Supongo que cuando veis adultos felices lo soportáis pensando que fingen, que son hipócritas y que en realidad por dentro son grises como vosotros. Pero cuando los niños ríen sabéis que son felices de verdad y eso no lo podéis soportar.
Si un niño está triste y llora, se queja, se pone nervioso, grita… tienes un problema si esto te molesta. Porque los niños son niños y expresan lo que sienten, y si no eres capaz de empatizar con un niño triste, es que por dentro estás podrido.
#StopNiñofobia