Eso creía yo. O más bien, eso quería creer.
La primera vez que fui a vivir sólo, compartía piso con un vasco y un gallego, y a veces con un colega suyo llamado Pincho que vivía intermitentemente en nuestro sofá (pero esta historia, amigos, es para otro día). En ese piso no limpiaba ni el aire. De vez en cuando alguno de nosotros cogía la escoba y decidía apartar las cajas de pizzas y las botellas de loquefuera acumuladas y barrer. Poco más. Un dia, la novia de uno de ellos se vino a vivir al piso (que era de los dos, por cierto) y se acabó la «buena vida».
Al cabo de un tiempo (y de que decidieran que querían el piso para ellos, como es normal), empecé a compartir piso con una amiga y su primo. A ella le gustaba limpiar (o eso decía para poder sobrevivir en ese caos) así que mis responsabilidades de limpieza se limitaban a mi habitación. Barrer de vez en cuando y limpiar las sábanas – de vez en cuando también.
Mis siguientes experiencias con la limpieza no son muy diferentes. Compartiendo piso a veces y viviendo solo otras, la limpieza nunca estaba entre mis prioridades ni mis aficiones – aunque mi alergia al polvo lo padeciera. Para ejemplo de mi nivel de esa época, una historia más que real.
Un día, alguien que vino a mi casa para 3 días (y aún sigue aquí) me preguntó:
- ¿Dónde tienes los productos de limpieza?
- Debajo del salpicadero de la cocina
- Pero… si ahí sólo hay un bote de KH-7 y un friegasuelos
- Pues eso.
Mi responsabilidad y mis habilidades para con la limpieza eran inexistentes. En el recibidor de mi piso había una mancha negra en el suelo. Al principio era pegajosa pero poco a poco fue integrándose con el suelo hasta que se convirtió en una especie de felpudo integrado. Fregué un par de veces con el friegasuelos arriba mencionado pero nada, no se quería ir. Le debía gustar el ambiente. Alguien la eliminó nada más pisar mi casa, usando el otro 50% de mis productos de limpieza (y mira que en esa época yo usaba el KH7 para limpiar todo lo que no fuera el suelo… quien me iba a decir que para el suelo también hubiera funcionado!)
Ese era el nivel, Maribel. Hasta que, de pronto, eso cambió.
John lennon
Siendo sincero – ni fue de pronto ni ha cambiado todo lo que debería. Hoy en día, sigo renqueando en la corresponsabilidad con la limpieza del hogar, lo reconozco. Asumo el mea culpa. He mejorado mucho, lo he trabajado mucho y me siento mejor por ello. Pero aún me queda un trozo del camino. Si fuera una carrera universitaria de 4 años, diría que estoy acabando tercero pero repitiendo aún alguna de segundo. Os dejo aquí como «titularía» cada curso de esta carrera.
- 1º de Carrera – Limpiar en casa no es ayudar a tu pareja.
- 2º de Carrera – No sólo hay que limpiar cuando algo está sucio.
- 3º de Carrera – No sólo se limpia lo que se ve
- 4º de Carrera – Limpiar mientras ensucias
- Posgrado – No ensuciar
El tema de limpiar con niños en casa creo que da para un máster, porque es otro nivel. El tipo y la variedad de manchas que generan es de una riqueza cultural y de una diversidad que ya la quisieran en el fórum de las culturas o en la Expo.
Cómo ya os he contado, mi capacidad de quitar manchas siempre ha sido bastante limitada. De mi padre aprendí la que hasta hace poco era mi única técnica quitamanchas – la «Nail ScratchEverything», conocida también cómo la Uña RascaTodo. La Uña RascaTodo consiste en usar la uña de tu dedo índice de la mano derecha para rascar las manchas que generas. Funciona mejor con manchas secas, incrustadas y que lleven días. Es una técnica muy muy práctica porque no requiere inversión ni esfuerzo, aunque la verdad, su eficacia es bastante limitada. Mejor dicho, no funciona casi nunca.
Por suerte, hoy en día es fácil encontrar respuestas, ya sea entre algunos compis Papás Blogueros (entre ellos el gran Pedro Caballero – aquí sus trucos para limpiar armarios de cocina) y el amigo San Google (aquí los trucos de KH-7 para quitar manchas).
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