Padre de dos. Bloguero. Podcastero. Tuitero.

Imagen de libro “Elige tu propia aventura”

Decisiones Paterno-laborales Confinadas

“¿Papi, tú dónde aprendiste a ser padre?”

En estos tiempos de escolarización en casa, de sentarse con ellos a explicarles que són las pirámides o de montar esqueletos humanos con cubiertos de plástico, uno de los “mantras” que les repito a nuestros peques es la importancia de aprender y de ser constante. A mi hijo de 6 años esto de que las cosas hay que aprenderlas le sonó raro pero le llamó la atención… y entonces me preguntó que si los padres íbamos a alguna escuela para aprender a ser padres.

Antes de tenerlo a él, antes de ser padre, yo ingenuamente pensaba que sí. Pensaba que podría “estudiar” para ser un padre perfecto. Ya durante el embarazo me leí libros de guruses, me conectaba a foros de embarazadas y llevaba una lista escrita de preguntas para la ginecóloga primero y la pediatra después. Pero poco a poco me dí cuenta que eso no bastaba. Que lo que leía o veía o me contaban era interesante, pero que ser padre no se basaba en grandes decisiones que tomabas de manera consciente.

Mientras mis criaturas eran bebés y hasta que fueron a la escuela más o menos, ser padre(s) era sobretodo improvisar una cantidad inmensa de microdecisiones – una especie de cara o cruz de la paternidad a lo “Cría cómo puedas”. Buscar dentro de mí ese “instinto paternal” que se supone que tenemos y dejarme guiar por él en la toma de decisiones. Por suerte, el enorme volumen de decisiones que debes tomar con las criaturas se reduce bastante a partir de los 2-3 años… quizás porque automatizas muchas de ellas basado en la experiencia o porqué le das menos “trascendencia” a cada microdecisión.

Pero el PUTO confinamiento me ha vuelto a esa cruda realidad. A la dura situación de tener que tomar muchísimas más decisiones respecto a mis hijos de las que estaba tomando hasta antes del confinamiento. Antes del confinamiento era muy fácil, porque sólo tenía que tomar la decisión díficil cuatro veces a la semana; de lunes a jueves, sobre las 17h30-18h, sentado en mi oficina, debía decidir si me iba ya para casa o si me quedaba un rato más trabajando y acabando cosas que tenía pendiente. Saber que llegaría esta decisión me ayudaba además a ser más productivo durante todo el día… porque sabía que si era productivo durante el día esa decisión era más fácil de tomar.

Pero durante el PUTO confinamiento tengo que tomar esta decisión un millón de veces al día, y me está matando. Cada media hora entre las 7h y las 18h tengo que decidir si la paso con ellos, trabajo o la dedico a hacer cosas de casa, y es una auténtica locura. Y eso que el EquipoAlber nos planificamos y combinamos y compenetramos realmente bien… pero aún así se me presentan esas decisiones a cada momento. Es como si en los libros de “Elige tu aventura” las decisiones tuvieras que tomarlas después de cada frase. Y lo pero de esta situación no es tener que tomar decisiones.

Lo peor es la culpa. La frustración. La rabia. La impotencia. La sensación de que hagas lo que hagas estás obrando mal, estás tomando la decisión incorrecta y se quedan cosas pendientes… sentirte mal por ponerles a tus hijos Netflix a las 11h de la mañana porque tienes una videollamada y sentirte mal a las 11h30 por no conectarte a una videollamada y ponerte a bailar Zumba con la canción de los Minions. La impotencia de no poder hacer las dos cosas a la vez y la rabia de que quienes SIEMPRE acaben pagando el pato sean quienes menos culpa tienen, porque parece que sus derechos son los menos importantes. La frustración de dedicarles tiempo pero tener que improvisar qué hacer entre estas cuatro paredes de las que no han salido en un mes.

Y la culpa que siento cuando a las 20h de la tarde no tengo fuerzas ni ánimos para hacer nada más y lo único que quisiera hacer es tumbarme en la cama y cerrar los ojos bien fuerte para que al abrirlos todo esto hubiera pasado. Y entonces llegan los aplausos y te recuerdan que tus putas quejas y tus putos problemas son unos problemas de mierda y tus problemas sobre decisiones serían una bendición para los destinatarios de esos aplausos – gente que se no ha tenido opción a decidir si arriesgar su vida para cuidar de nosotros, proveernos de alimentos o asegurarse de que tengamos lo que necesitamos.

Y entonces se produce un efecto contradictorio – a veces la culpa se multiplica por sentirte culpable por problemas que no se lo merecen, y a veces la culpa desaparece porque se basa en problemas que no se lo merecen.

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2 comentarios

  1. Así nos sentimos muchos, tío… Y está bien que alguno lo deje por escrito. No vaya a ser que en unos meses se nos pase la tontería y venga algún cretino luego con que si la abuela fuma y lo idílico de estos días… Cuando lo único que ha traído estos días es una noria mareante como un castillo de grande, que nos lleva arriba y abajo en todas las cosas dando vuelvas todo el santo día.
    ¡Abrazote!

  2. Carlos Escudero

    Chapeau amigo…

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